viernes, 10 de octubre de 2014

DESDE LA VENTANA

El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan. Como iba a salir al día siguiente, Pablo estuvo hablando a los creyentes, y prolongó su discurso hasta la medianoche. En el cuarto del piso superior donde estábamos reunidos había muchas lámparas. Un joven llamado Eutico, que estaba sentado en una ventana, comenzó a dormirse mientras Pablo alargaba su discurso. Cuando se quedó profundamente dormido, se cayó desde el tercer piso y lo recogieron muerto. 10 Pablo bajó, se echó sobre el joven y lo abrazó. «¡No se alarmen! —les dijo—. ¡Está vivo!» 11 Luego volvió a subir, partió el pan y comió. Siguió hablando hasta el amanecer, y entonces se fue. 12 Al joven se lo llevaron vivo a su casa, para gran consuelo de todos. Hechos 20:7-12
Creo que algo que nos cuesta a todos es tener una buena actitud. Se nos es difícil mantenernos tranquilos mientras algo se sale de control. Precisamente cuando la situación se sale de nuestras manos. Me llama tanto la atención de que Pablo siguió predicando durante esa noche. Yo me puedo imaginar la escena y en mi caso hubiera salido corriendo a llevar al muchacho a un enfermero o una asistencia médica. ¿Qué tenía Pablo que le permitió tomar esa actitud?
La respuesta es sencilla.

El dominio propio que demostró el apóstol solamente pudo haber sido fruto del Espíritu Santo. Aquella paz que sobrepasa todo entendimiento humano viene de Dios, la cual vemos en la vida de Pablo. Confiar en medio de una situación sumamente difícil no es fácil para nadie; pero aquellos que han puesto su confianza en el Señor tendrán nuevas fuerzas y se levantaran como las águilas. ¡Hoy te animo a que permitas que Jesús traiga tranquilidad a tu casa, tu vida!

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