Cuando estamos enamorados no sentimos la noción del tiempo, cada
momento es único, las mariposas corren de aquí para allá transitando nuestro
estomago y los suspiros se adueñan del
alma cuando se ve a la persona que nos roba el sueño. Y cuando esa persona se
convierte en tu novi@ sale a la luz la típica frase al despedirse por teléfono: “Cuelga tu, no cuelga tu”, mientras sus rostros atrás de
bambalinas se enrojecen con un leve cosquilleo.
¡Aw! Aquellos tiempos tan bellos que eran, cuando veía a mi esposo
como un príncipe azul, ahora pareciere que el efecto de la fantasía se acabo,
parece más un sapo que otra cosa, escucho por ahí en los labios de alguien que
el anillo de matrimonio se adueño por largos años del dedo anular de la mano
izquierda.
Muchos que se han topado con el poder de Dios han sentido lo
mismo, se han enamorado de ese primer encuentro y de ahí surge una sed por
conocerle más. Sin embargo el tiempo pasa y la emoción se va y la rutina, el
trabajo y las ocupaciones diarias van disminuyendo aquella llama por la
presencia de Dios. Surgen frases como: “Señor
no te siento, es como si colgases la llamada, no te escucho Señor, Háblame de
nuevo, quiero volver a sentirte”. Me he sentido de esa manera, no eres el
único. Hay momentos en que piensas que Dios te ha abandonado, que colgó el
teléfono y ya no escucha, pero eso no es cierto, El está trabajando, El quiere
sorprenderte, quiere llamar tu atención, quiere conquistar tu corazón. Esta moldeando
tu carácter para llevarte al siguiente nivel. Tienes que aprender que aunque no
lo sientas El está ahí, no te ha dejado. Él lo prometió de esta manera querido amigo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad,
yo he vencido al mundo.” Juan
16:33.
¡El Señor no ha colgado, no te ha abandonado, está trabajando para
tu bien!